“También, con el tiempo, había recuperado las ganas de leer periódicos, aunque esa lectura me había repelido siempre en seguida, lo que sin embargo, no había podido impedir que finalmente, cada día de nuevo, volviera a leerlos, ya entonces había quedado totalmente a merced de ese mecanismo que se repite diariamente y ahora, como sé, durante toda mi vida, el de procurarme y leer periódicos y ser repelido por ellos. Como mi abuelo, que exactamente igual que yo los había detestado durante toda su vida, yo también me había contagiado de esa enfermedad de los periódicos, que es incurable”.
Thomas Bernhard
El aliento
(Anagrama, Barcelona, 2000, p. 126)
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