«Confieso
que el aspecto de Londres entristece más que alegra; ¡se ve uno tan pequeño en
él, es uno tan nadie! Por otra parte, yo creía que el viajar me distraería de
mis disgustos; pero en Madrid, adonde veía diariamente a mis amigos y amigas,
donde era obsequiado y tenido en algo, esto mismo no me permitía estar siempre
enteramente solo; por el contrario, mientras más me alejo, más objetos veo:
pero como ninguno de ellos está ligado a mí, no sirven más que para recordarme
que estoy solo; en una palabra, estoy en Londres cara a cara conmigo mismo, y
este es el mayor trabajo que me podía suceder, porque, a decir verdad, no me
gusto gran cosa».
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