Dos catecismos



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«–¿Qué es la prensa?
–Hasta ahora ha sido el apostolado de la idea, que diría el doctor de Oxford.

–Y un periodista, ¿qué es?
–Hasta ahora un apóstol, según la Evangélica Alianza.

–¿Y qué más es la prensa? ¿Qué más es un periodista?
–La prensa, dice El Liberal, ha recogido la herencia de aquellos profetas del pueblo de Dios que elevaban eternamente sus voces por calles y plazas o desde lo alto de las montañas, llorando un día la corrupción y enviciamiento, cantando otros los himnos que habían de inflamar los pechos para las grandes empresas, anunciando a veces castigos y recompensas que luego el tiempo realizaba.

–¿Y qué más es un periódico?
–El periódico, añade El Liberal, que penetra en todos los hogares, alimenta las conversaciones, estrecha los afectos y ensancha fácil y ligeramente todos los conocimientos, ha reemplazado al trovador de los castillos feudales, al cantor de la ferias y caminos, al romero eterno que nunca acaba de contar historias y sucesos en los corros de la calle, en la cocina de la posada o en la sala del propietario acaudalado. […]

Profeta, trovador y misionero,
Y llorón, y romero,
Y nuncio, y agorero.
Historiador, cantor y cocinero.
¡Anda salero!
¡Todo eso es un periódico!».

«Catecismo del periodista»


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hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0025755392&page=2

 
«Su catecismo ha caído entre mis manos:

Pregunta. –¿Sois periodista?
Respuesta. –Sí, soy periodista por la gracia del Capital.
Pregunta. –¿Por qué  os ha creado el Capital y por qué os ha puesto en el periódico?
Respuesta. –El Capital me ha creado y me ha puesto en el periodismo para conocerle, amarle y servirle.

¡Qué sacerdotes más solícitos, que intérpretes emocionados de las voluntades del moderno Dios! Justamente despreciativos ante el genio que no les produce ingresos, ved cómo se curvan ante el Muy Brillante, cómo se vuelven a su vista devotamente humildes, dóciles y rastreramente aduladores. Por sus maneras de decir o de callarse, ejecutan con precisión las voluntades soberanas y dan a la dócil realidad la forma exacta que el Dios desea. Así, sus palabras son de plata, pero su silencio es de oro».

Han Ryner
«Literatura y periodismo»,

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