Para hacer un periódico no bastan una inteligencia
empresarial y una inteligencia editorial, por mucho que estas se apelliden
Urgoiti y Ortega. Se requiere también una tropa de gacetilleros o, como decía
la leyenda al pie de la caricatura de Bagaría, “una comunidad de anónimos o
casi anónimos”. Algún mérito hubo de tener la tropa en el prestigio que alcanzó
El Sol, por más que su capitán, Félix
Lorenzo, lo atribuyese a las firmas de relumbrón, a “la eximia compañía que
para nosotros significan un Ortega y Gasset, un Gómez de Baquero, un Pérez de
Ayala, un Miró”: “Crea usted –añadía– que cuando piensa uno que sus notas han
de verse hombro con hombro con los artículos de estos caballeros, fatalmente se
aprieta el estilo y procura uno decir las cosas con cierto buen aire. Cuestión
de tónica nada más”. El periodista que recogió estas declaraciones fue Pedro
Massa, un casi anónimo que escribía para El
Heraldo de Madrid. Dada su condición, sabía que un periódico no es solo el
hogar intelectual de las sapiencias que conciben sus artículos en los gabinetes
de sus domicilios particulares, también es un espacio físico donde los
gacetilleros conviven. Y allí, en la redacción de El Sol, reparó en un pequeño detalle: una pizarra. En ella se
escribían amonestaciones de este cariz: “Se ruega a los compañeros el uso
moderadísimo del gerundio” o “Convendría una rigurosa exactitud y economía en
el adjetivo, para no caer en hipérboles ‘viejo régimen’”. Massa quizás creyó
que el afinado estilo del periódico debía más a la “pizarra de los gerundios” –así
la bautizó– que al reflejo de la luz emitida por la prosa de las estrellas de
la constelación solar, según sostenía
Félix Lorenzo. Desde luego su acotación parece una forma elegante de discrepar
del director: “Dan idea tan sanas advertencias de lo delgado que se hila en
aquella casa en punto a estilo y ponderación”.
El reportero también se fijó en la salita que, en aquella
casa, servía de comedor y en las imágenes trazadas por el pincel de Bagaría sobres sus paredes: “El dibujo mural de Bagaría es un encanto. Los hombres más
célebres del mundo aparecen allí deliciosamente caricaturizados y tomando cada
uno una taza de café. Sólo Robespierre bebe sangre, la cual, al rebosar de la
jícara, cae sobre el cardenal Cisneros, quien se libra del rojo bautizo
abriendo previsoramente su paraguas. Galdós es un gabán; encima del gabán, una
chalina; encima de la chalina, unas gafas, y encima de las gafas, un sombrero.
Y es Galdós”. Si se atiende a la crónica de Massa, el espíritu burlón de la
escena mural contagiaba la vida de la redacción:
“–Estos se
ríen porque son unos insensatos –nos dice Bagaría señalando a un grupo de
redactores–; pero pocas veces se habrá visto un ‘terceto’ mejor acordado que el
que formamos Sancha, Robledano, Ferrer y yo. ¿Repertorio? Copioso y selecto.
Pero en lo que mejor ‘estamos’ es en el tango proteccionista –debilidad de
Sancha– y en el himno a Mahón. ¡Oh! En este producimos verdaderas maravillas. ¿Quiere usted oírlo?
–¡No! ¡No!...
–claman mil voces angustiadas.
–¿No le digo a
usted que son unos insensatos? –repite el gran dibujante, fulminando con la
mirada a la Redacción en pleno-. Además me expolian de una manera desaforada.
Raro es el día en que no me comen de ochenta a noventa duros en bocadillos. ¡Y
de anchoas, que son los más cervezófilos!
–¡Le parece a usted!”.
Tanta sinvergonzonería y tanta guasa resulta incongruente en un periódico que, por decirlo como lo dijo Massa, encocoraba al público con su tono académico y pedante, irritantemente mesurado y perfecto. De nuevo, le atribuimos al reportero la agudeza de la conclusión que el lector deduce de la anécdota: El Sol fue enviciado por la suficiencia arrogante de sus solemnes plumas, que triunfó sobre la doméstica querencia de los plumillas por la zumba.
Un periódico tal vez no sea otra cosa que un estilo y un temperamento. Entonces, es posible que lo mejor de El Sol, su pulcro estilo, se deba a una modesta pizarra, y lo peor, su severo temperamento, a una traición al espíritu de la redacción. La hipótesis, un desmentido irónico de la historia del diario que nos han contado, resulta arrebatadoramente incitante.
Ilustración.-"La redacción de El Sol, vista por Bagaría" fue publicada el 1 de enero de 1928 con un pie socarrón y seguramente cervezófilo: "Por vez primera presentamos a los lectores la Redacción de El Sol, exclusivamente la Redacción, la comunidad de anónimos o casi anónimos que escriben nuestras páginas. Esperamos que para el público tendrá algún interés adivinar, a través de los trazos caricaturescos, la fisonomía de los que tan fiel y desveladamente le sirven a diario. Se trata de una interpretación de Bagaría; es decir, de un arrebato genial. Lo advertimos para que los lectores no formen de las cualidades físicas de la Redacción de El Sol a la vista de este grabado, el mal concepto que es de temer".
–Y el haberte
hecho un himno, ¿no vale nada?
–¡Un himno que
es un ultraje! Óigalo:
‘Bagaría se marchó
a la cala de Pollensa;
se vaya donde se vaya,
seguirá tan sinvergüenza,
¡tan sin-ver-güeeensa!...’
–¡Le parece a usted!”.
Tanta sinvergonzonería y tanta guasa resulta incongruente en un periódico que, por decirlo como lo dijo Massa, encocoraba al público con su tono académico y pedante, irritantemente mesurado y perfecto. De nuevo, le atribuimos al reportero la agudeza de la conclusión que el lector deduce de la anécdota: El Sol fue enviciado por la suficiencia arrogante de sus solemnes plumas, que triunfó sobre la doméstica querencia de los plumillas por la zumba.
Un periódico tal vez no sea otra cosa que un estilo y un temperamento. Entonces, es posible que lo mejor de El Sol, su pulcro estilo, se deba a una modesta pizarra, y lo peor, su severo temperamento, a una traición al espíritu de la redacción. La hipótesis, un desmentido irónico de la historia del diario que nos han contado, resulta arrebatadoramente incitante.
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Ilustración.-"La redacción de El Sol, vista por Bagaría" fue publicada el 1 de enero de 1928 con un pie socarrón y seguramente cervezófilo: "Por vez primera presentamos a los lectores la Redacción de El Sol, exclusivamente la Redacción, la comunidad de anónimos o casi anónimos que escriben nuestras páginas. Esperamos que para el público tendrá algún interés adivinar, a través de los trazos caricaturescos, la fisonomía de los que tan fiel y desveladamente le sirven a diario. Se trata de una interpretación de Bagaría; es decir, de un arrebato genial. Lo advertimos para que los lectores no formen de las cualidades físicas de la Redacción de El Sol a la vista de este grabado, el mal concepto que es de temer".
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