En el país de Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Becky Thatcher, la tía Polly y el indio Joe


No presenta ninguna dificultad confeccionar una larga nómina de viajeros occidentales que visitaron la Rusia posterior a la revolución de 1917 y que dejaron testimonio escrito de su experiencia. Por el contrario, yo me encontraría en un serio aprieto si se me preguntara por la crónica de las impresiones del viaje a Estados Unidos de escritores procedentes del país de los soviets. Por supuesto, está Iliá Ehrenburg, quien escribió sobre el Hollywood de principios del siglo XX en Fábrica de sueños y dedicó a la industria de Henry Ford algunos de los textos recogidos en Historia del automóvil. Iliá Ehrenburg ¿y…? La enumeración termina donde empezó. Por eso el libro La América de una planta de Ilif y Petrov, editado hace algunos meses por Acantilado, reclamó mi atención. Los autores, corresponsales del diario Pravda, ofrecen el relato de su expedición al imperio del capitalismo que comenzó el 7 de octubre de 1935 y que se prolongó durante tres meses y medio. Llegaron dispuestos a ver el país que adoraba como a divinidades a Coca-Cola, Johnny Walker y Camel, el país de las highways, las gasolineras y la electricidad, el país de los rascacielos que se levantan en Nueva York o Chicago y también el de las ciudades pequeñas en donde la población vive en casas de una o dos plantas. En un Ford nuevo, pero, como exigía un mínimo recordatorio de la austeridad soviética, equipado con pocos extras (sin radio, calefacción, maletero ni cenicero, pero sí con encendedor eléctrico), hicieron unas diez mil millas. Su libro es el de dos “ingenieros del alma”, como no dudan en titularse a sí mismos, pero un tanto heterodoxos, dispuestos por igual a la crítica como al entusiasmo y la admiración. La versión íntegra de aquella crónica, sin las podas y deformaciones a las que la sometió la censura, es sencillamente magnífica y posee un sentido del humor descomunal, que me resultaba, antes de la lectura, inimaginable en una prosa que hubiese de guardar la disciplina bolchevique.

Pues bien, el viaje de Ilf y Petrov tuvo una de sus escalas en la ciudad de Hannibal, la cuna de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Era inevitable que se interesasen por la casa de Mark Twain, entonces bastante decrépita, llena de polvo y habitada por dos ancianas, parientes lejanas de la familia Clemens, que servían de guía a los visitantes ocasionales:

“–En este sillón –dijo una de las viejecitas– se sentaba la tía Polly. Y ésa es la ventana por la que escapó el gato Peter cuando Tom Sawyer le dio aceite de ricino. Alrededor de esta mesa se reunió la familia al completo, convencida de que Tom se había ahogado, cuando en realidad estaba escondido allí mismo, escuchando lo que decían.
La viejecita hablaba como si cada uno de los episodios relatados por Mark Twain en Las aventuras de Tom Sawyer hubiera sucedido en realidad. Por último, nos propuso que compráramos unas fotografías. Era su único medio de subsistencia. Cada una de ellas costaba medio dólar.
–¡Vienen tan pocos visitantes!–dijo la viejecita con un suspiro.
En el recibidor había una placa conmemorativa con una efigie del escritor y una inscripción de contenido ideológico compuesta por un banquero local, admirador desinteresado de Mark Twain: ‘La vida de Mark Twain nos enseña que la pobreza, más que una rémora, es un estímulo vital’.
Sin embargo, el espectáculo de esas ancianitas indigentes y olvidadas constituía un elocuente desmentido de tan elegante concepción filosófica”.

¡Quién no suscribiría este juicio ideológico! Pero lo que verdaderamente llamó la atención de Ilf y Petrov fue que el pintoresco discurso de las ancianas no fuese, en el país de Mark Twain, en absoluto singular:

“En general,la Sociedad Histórica del Estado de Missouri se comporta de una forma genuinamente americana. Todas sus actuaciones se distinguen por su carácter preciso y definido. En definitiva, no se afirma: ‘Esta es el casa en la que vivió la muchacha que sirvió de modelo a Mark Twain para crear el personaje de Becky Thatcher, en Las aventuras de Tom Sawyer’. Tal vez sería exacto, pero demasiado impreciso para el turista norteamericano. A éste hay que decirle con toda claridad si se trata de esa muchacha o no. En suma, lo que espera oír es lo siguiente: ‘Sí, sí, no se preocupe, es la misma. No ha gastado usted su tiempo y su gasolina en vano. Es ella’.
Así, en la entrada de la casa que había enfrente de la residencia del viejo Clemens colgaba otro letrero: ‘Aquí vivía Becky Thatcher, primer amor de Tom Sawyer’.Las viejecitas nos vendieron varias fotografías, en una de las cuales aparecía la verdadera Becky Thatcher, ya muy mayor. Al parecer, se había casado con un abogado. Poco antes de su muerte, Mark Twain había vuelto a Hannibal y se había fotografiado con ella. En el museo podía admirarse una enorme fotografía de los dos ancianos, acompañada de esta conmovedora inscripción: ‘Tom Sawyer y Becky Thatcher’.
En otra fotografía aparecía el indio descrito por Twain bajo el nombre de Joe. Era una toma de 1921. En esa fecha, el indio tenía cien años. Al menos eso era lo que afirmaba la ciudad de Hannibal. Como colofón, nos dirigimos a Cardiff Hill, donde se levanta uno de los monumentos más raros del mundo, pues está consagrado a héroes de ficción. Un Tom Sawyer y un Huckleberry Finn de hierro fundido se disponían a emprender una de sus fascinantes aventuras”.




Tanto como en aquellos pasajes en los que hay una afirmación ideológica expresa, Ilf y Petrov retratan en estas líneas sus prejuicios, quizás sin advertirlo. Para el realismo socialista, aquellas inscripciones que proclamaban la existencia real de Tom Sawyer, Huckeberry Finn, Becky Thatcher y el indio Joe eran camelos para fetichistas y mitómanos infantilizados.

Lo puede ignorar el realismo totalitario. Pero no es preciso ser Balzac para que, en el lecho de muerte, nuestra voz moribunda haga un último esfuerzo para reclamar los servicios de Horace Bianchon, el médico de la Comedia humana. Tampoco hace falta poseer una biblioteca de 20.000 volúmenes, ni ejercer de insigne bibliómano, ni siquiera ser Jacques Bonnet, para estar al tanto de que el capitán Ahab es un personaje rigurosamente histórico, por más que no exista constancia documental de cuál de sus dos piernas era de palo. Mientras, los escritores, en el mejor de los casos, flotan en el limbo nebuloso de la irrealidad. Todo el mundo lo sabe: Sherlock Holmes vivió en el 221b de Baker Street y, desde luego, Winston Churchill es un personaje de ficción engendrado por alguna mente calenturienta y ociosa.

Pues bien, esta noche no me sacará de casa ninguno de esos escritores que, horda de cientos, tomarán Madrid y que creen ser alguien, pero tienen la precaria entidad de una difuminada ficción, la endeble y volátil naturaleza de las esporas del diente de léon. Intuyo el mohín escéptico de Ilf y Petrov, pero mi intención es pasar la velada en compañía de Tom Sawyer, Huck Finn, Becky Thatcher, la tía Polly y el indio Joe.

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Mark Twain y Jim, personaje de Huckleberry Finn.
(Pie de foto al gusto de Ilf y Petrov: Mark Twain posa junto a John Lewis, quien le inspiró el personaje de Jim).

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Mark Twain visita la casa de Hannibal en la que transcurrió su infancia.


3 comentarios:

Patricia Gardeu dijo...

Estás cada día más asocial, tampoco pasa nada porque, por una noche (mientras sólo sea una), los escritores y los lectores, por “horda de cientos”, tomen Madrid… Pero en fin, que disfrutes, en tu casa, con Tom Sawyer.

Lieschen dijo...

Eres una realista irreductible... no se puede leer todo al pie de la letra!!!! ;)

Lieschen dijo...

José Emilio Pacheco, en su discurso de recepción del Premio Cervantes:
"[...] Dos horas después termina la obra. Desciende de los aires Clavileño que en esta representación es un pegaso. Don Quijote y Sancho montan en él y se elevan aunque no desaparecen. El Caballero de la Triste Figura se despide: «No he muerto ni moriré nunca... Mi brazo fuerte está y estará siempre dispuesto a defender a los débiles y a socorrer a los necesitados». En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad llamada ficción".

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-04-2010/abc/Cultura/en-el-territorio-de-la-mancha_14090210353.html