Gil Toll
cierra Heraldo de Madrid. Tinta catalana para la II República española con un apéndice que ofrece la
semblanza biobibliográfica de los hombres que formaron parte de la plantilla
del diario. Nada se sabe de la peripecia de algunos de ellos tras la guerra; a
otros les aguardaba la cárcel o el exilio. En 1939 quedaba abruptamente
interrumpida la historia de una cabecera y una empresa, pero también fue
truncada una posible continuidad con aquella generación de periodistas que ensayaron
nuevas fórmulas y, a través de ellos, con sus antecesores. Se perdieron quienes
pudieron ejercer de maestros del oficio. Y, sin embargo, en ocasiones, es
posible descubrir el hilván, raro y finísimo, que cose unos nombres.
Antonio
Cullaré fue el director de La Tribuna de
Barcelona y de Manuel Fontdevila. Fontdevila aprendió el oficio con él –“Movía
toda la redacción como si fuéramos muñecos mecánicos. Él era la pila eléctrica.
¡Cullaré sí que era un periodista!” – y no olvidó su figura cuando luego, con
el tiempo, él mismo dirigió Heraldo de
Madrid. Un día fue asaltado a las puertas del periódico por un joven recién
llegado de Zaragoza con unas pocas perras en los bolsillos y muchos dibujos en
un cartapacio que pedía una oportunidad. Era Manuel del Arco y era, por
supuesto, antes del 36. Fontdevila lo
fichó. Años después, Manuel del Arco demostraría su talento como entrevistador
en Diario de Barcelona, La Vanguardia y Destino. Ejerció su magisterio en aquellos medios y también en la
Escuela de Periodismo de la Rambla de Santa Mónica, donde sus alumnos le
escuchaban insistir: el oficio consiste en “ver, oír y contar”. El lema era
un calco del “contar y andar” de Chaves Nogales, otro hombre del Heraldo, donde Fontdevila había ejercido
de batería electrizante de sus redactores recordando la exhortación de Cullaré:
“El periodismo se amasa en la calle”. Entre los estudiantes que escucharon las
lecciones de Manuel del Arco y a través de ellas, tal vez, el eco de las voces
de otros viejos periodistas, se encontraba Manuel Vázquez Montalbán. En 1973
publicó en la revista Triunfo un artículo en el que recordaba las clases del profesor y el ejemplo del
periodista, siempre forcejeando, sin desistir de la batalla “entre lo que se
podía y lo que se debía decir”, que es la batalla desde el origen de los tiempos y del oficio.
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2 comentarios:
Ese era mi abuelo!!!! un grande donde los haya!!!! :-))
Gracias por mencionarlo...
www.manueldelarco.com
¡¡Magnífico periodista y magnífico caricaturista!!
Me alegra mucho su comentario, porque me permite descubrir la web que le dedica.
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