«Calvin Coolidge, gran político norteamericano que ocupó la presidencia de los Estados Unidos de 1923 a 1929, era un hombre de pocas palabras. En una campaña electoral, un periodista de Boston fue a entrevistarlo:
–Hágame un cuestionario –le dijo Coolidge.
Y el periodista formuló veintidós preguntas que importaban otras tantas cuestiones sobre las cuales deseaba conocer el pensamiento de su ‘víctima’.
–Bien –le expresó el entrevistado– le responderé mañana.
A la mañana siguiente, a la hora convenida, el periodista volvió:
–He reflexionado sobre su cuestionario –le dijo Coolidge– y he sacado esta conclusión. Sus veintidós preguntas pueden reducirse a tres. Yo respondo afirmativamente a las dos primeras, y negativamente a la tercera. Buenos días.
El periodista intentó insistir, pero Coolidge respondió:
–Amigo mío: yo también soy periodista y con lo que le he dicho, si usted conoce su oficio, puede escribir tres mil palabras. ¿Qué más quiere?».
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