La peculiar mecánica de las manecillas de los periódicos permite atrasarlos cien años sin la menor dificultad y conseguir así la mejor perspectiva para contemplar el derroche pirotécnico de las hogueras en las que se churrascaron pretéritas vanidades. Un grave moralista encontraría el espectáculo sumamente edificante. Pero quienes frecuentamos las hemerotecas somos un público menos circunspecto, más bien frívolo, que disfruta con los molinetes y volteretas que ejecutan los teatreros en una farsa bufa que resulta, sencillamente, divertidísima.
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