Aunque no era una de aquellas polillas periodísticas de la especie de Deogracias Gratis et Amore, Mariano de Cavia también cayó en la trampa arácnida de algunos editores:
«El director de un semanario vino a pedirme alguna cosita, según la frase consagrada.
No se crea que este director cultivaba el ‘sablazo literario’ en la forma rudimentaria y primitiva de los que den cosas gratis, con o sin amore.
Semejante sistema está ya mandado recoger, gracias al progreso de los tiempos, con el cual es incompatible hasta la famosa y socorrida fórmula de Mr. Buloz, el fundador de la Revue des Deux Mondes:
―Cuando se escribe por primera vez en mi revista, no se cobra. Bastante recompensa es la admisión y publicación del trabajo.
No; ni siquiera este tono se daba el director del semanario a que me refiero. El hombre era de los que pagan, y de los que pagan con puntualidad.
Eso del ‘pago’ y eso de la ‘puntualidad’, palabras archiseductoras en este país donde la escuela único que prospera y triunfa
es la mágica escuela
de Guzmán de Alfarache
y Perico Manguela
hacen caer en la red a mucho incautos, y a mucho imprevisores, y a muchos tímidos, que se mueren de vergüenza antes que decir:
―Y por esto que usted me pide, ¿cuánto me va usted a dar?
Más tarde se dice (¡ya lo creo que se dice!) con más o menos rodeos, pero, entre tanto, se regala la doncellez, y al ir a cobrar ‘puntualmente’ el trabajo que se entregó, se cobra una cantidad… irrisoria.
―El semanario –le dicen a usted– no puede pagar más.
Y exclama usted como he exclamado yo más de dos veces (porque más de dos veces he caído en el lazo):
―¡Caracoles! Eso del ‘pago’ y eso de la ‘puntualidad’ es un disfraz del sablazo. Un sablazo sin filo y sin punta, pero sablazo al fin».
Mariano de Cavia
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