Oremus (II)





Quedamos en que era urgente dispensar un devocionario a los hombres de fe, a los periodistas que creen que lo suyo es una religión. En su libro de horas no puede faltar la plegaria que escribió en 1922 Juan G. Olmedilla. Aunque incrustada en unos ripios dedicados a la salida de un nuevo diario, la oración sirve para toda ocasión y será de rezo obligado cuando escaseen las noticias sensacionales. Oremus, pues:

«El título está registrado, reclutada la Redacción…
Pero el montaje de las máquinas demora nuestra aparición. […]

Los redactores nos miramos con una íntima convicción
de que la Actualidad madrina nos ofrecerá la ocasión
propicia del gran reportaje, el día de nuestra eclosión.
Nos hace falta que haya un crimen folletinesco, una explosión
formidable, otra nueva guerra o del Zar la resurrección;
la aparición de un aerolito, de un torero la aparición…

Cada uno, in menti, reza la plegaria, lleno de fervor:
“¡Actualidad, madre y señora, depáranos la información
sensacional cuando salgamos! ¡Intérpretes de la Opinión
en la batalla cotidiana, danos la feliz expresión
de la conciencia colectiva, y líbranos de tentación!”. […]

Trepidan ya las linotipias… Van llegando a la Redacción
radiogramas de los Soviets, cablegramas vía New-York,
telegramas peninsulares, ¡el universal corazón!

Se va cubriendo la carrera –de la platina al Director–
de cuartillas emborronadas a vuela pluma…

Sensación:
El primer ejemplar se extiende en la mesa de Redacción.
Narcisismos de la lectura: Cada cual lee su aportación
a la obra común… Y todos aguardamos la vibración
de las voces que den al mundo las nuevas de la aparición.

¡Alegría! ¡Aleluya! ¡Hossanna!... Ya parte el primer vendedor,
con las resmas al brazo, célere, flechado a la Puerta del Sol.

¡Que Minerva otorgue su lauro al Soldado de Marathon!».

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