«¿Recuerda
usted lo primero que salió de su pluma?», le preguntan en 1933 a Manuel Linares
Rivas. «¡Pero, usted está loco!... –responde. ¿Sabe usted a qué tiempos fabulosos se
remontan mis primeros escritos?... Pues…, desde luego, antes de Jesucristo… Fui
corresponsal de un periódico que se editaba en Lugo con el título de El Edén Gallego. Pero como los gallegos
pronuncian medianamente el castellano le decían El queledén gallego. Allí, toda la redacción y colaboración era
honoraria; quiero decir que tenían nuestros honorarios. El mío era de quince
duros: estos eran también honorarios. No se dio el caso de que los cobrase una
sola vez. El director me decía: “Son seguros; los tiene usted en nómina; fijos
y a la cabeza”. Mejor hubiera podido decir: “¡Duro y a la cabeza!”. Entonces
traducía yo a Homero y ponía en verso La
Correspondencia de España…».
No hay rastro en las hemerotecas de El Edén Gallego, así que hemos de deducir que todo lo que contaba Linares Rivas era un perfecto infundio. Los periódicos gallegos, y singularmente los lucenses, siempre, incluso antes de la era cristiana y con mucho más motivo después, han sido puntuales pagadores de los honorarios de sus colaboradores honorarios. Como todo el mundo sabe, Galicia es un paraíso, hasta para los periodistas.
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