Gay Talese confiesa que escribe despacio, con una laboriosidad
morosa que no se deja acuciar por el plazo de entrega fijado en el contrato
editorial, ni sobornar por el adelanto económico recibido: “Siempre sigo
dándole vueltas a una frase hasta que llego a la conclusión de que carezco de
la voluntad o la habilidad para mejorarla, y entonces paso a la siguiente
oración y luego a la siguiente. Al final –eso puede tomar días, una semana
entera– reúno suficientes frases escritas a mano como para formar un párrafo y
suficientes párrafos como para llenar tres o cuatro páginas de la libreta
amarilla”. Entonces, teclea en el ordenador o, mejor, en su Olivetti el texto que
escribió a lápiz en el cuaderno; imprime el archivo o arranca del rodillo las hojas
de papel blanco Racerase; corrige los errores tipográficos de cada plana;
modifica una frase; repiensa; se le ocurren nuevas ideas, las encaja y, al cabo,
ha rehecho completamente la página mil veces antes de darla por buena. El
proceso, lentísimo, queda explicado en Vida de un escritor (Alfaguara, 2012), el libro con el que el periodista se
concedió la revancha para, de algún modo, culminar los proyectos que quedaron abortados
después de una prolija investigación, embarrancados en el transcurso de la
escritura o frustrados por el dictamen de sus editores.
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2 comentarios:
Extraordinario texto, Isabel. En todo caso, como otros muchos marca de la casa.
Muchas, muchas gracias. :)
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