Cualquier lector de periódicos puede apreciar el mérito de una columna de ringorrango, de
una crónica inspirada, de un reportaje sensacional o de una entrevista incisiva.
Pero solo el genuino lector de periódicos ama la gacetilla, la
unidad mínima de medida periodística. El género detesta el exhibicionismo; aún
más, posee la elegante sobriedad de renunciar al subrayado enfático. El
verdadero lector de periódicos lo sabe, por eso no se deja acuciar por la
pereza o la impaciencia y lee la noticia de cabo a rabo. No es extraño el caso
de que en el último párrafo, consumidas ya las cinco uves dobles de rigor, se
encuentre, relegada y brillante, la idea del día.
Lean la noticia, esa que el otro día hablaba de la ocurrencia de alguien de dibujar el plano del metro que Vigo no tiene. El diseño, decía su autor, rehúsa cualquier pretensión realista. Nada -líneas, estaciones, nudos para los trasbordos- es real, ni lo podría ser; todo es enteramente ficticio: "Debemos partir de la base de que Vigo es una ciudad de tamaño medio y que la red de líneas y estaciones que creé no tienen sentido real ninguno; de llevarse a la práctica algunos trenes pararían cada treinta segundos, pero era necesario crear una malla compacta para que el resultado final fuese atractivo". Ahí está, el entrecomillado, aguardando al lector en el último párrafo. Y en él, agazapado, un tratado de semiótica: toda representación no aspira más que a trenzar una malla compacta -y bonita- de significado. La realidad es un lejano pretexto al que conviene no hacer mucho caso, porque estropearía la hechura trabada y el efecto decorativo que persigue la representación. Así también la representación de la realidad que propone el periódico, le da por pensar al lector de la gacetilla subterránea.
2 comentarios:
Los que tenemos el culo pelado de editar revistas y otros artefactos de papel amamos la precisión, la brevedad y las 'gacetillas'. Enhorabuena por el texto, muy bueno.
Las gacetillas son EL periodismo.
Muchas gracias, Francisco!!
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