Como
todo el mundo sabe y Antonio García Ferreras predica, el periodismo es una
religión. Desde luego tiene todo el aparataje del dogma: su catecismo, sus diez mandamientos y sus sacerdotes, aunque no vistan sotana. Incluso promete el infierno a los pecadores. Sólo le falta un devocionario; compongámoslo. El
primer rezo podría ser aquella bendición ecuménica que se adjuntaba al menú del
almuerzo en el comedor para ejecutivos de The
New York Times los días que se recibían invitados. Fue escrita por John H.
Finley, director del periódico entre 1937 y 1938, pero siguió repartiéndose
entre los comensales por lo menos hasta 1953, como recuerda Jan Morris en Manhattan 45. Oremus, fratres carissimi:
«Oh,
Señor, Dador de todo bien y Mesías
que
nuestro diario en tus justas manos abrigas.
Te
damos gracias por el pan de cada día,
que
nos llega (como las noticias) de muchos climas.
Bendice
a quienes en esta mesa estamos,
y
a quienes refugia este amplio tejado.
Oh,
Señor, lo que aquí cabe publicar
son
las muestras de los paños, nada más.
Que
aquellos a quienes recibimos regresen,
y
quienes se queden estén alegres, amén».
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