Un cuento chino









El artículo del lunes de Vila-Matas terminaba así: «Un caso llamativo es la respuesta que un joven escritor canadiense recibió de una revista científica de Shanghái: “Estimado señor, hemos leído con indescriptible entusiasmo su manuscrito. Si lo editamos, será imposible para nosotros publicar cualquier trabajo de menor nivel. Y como es impensable que en los próximos mil años veamos algo que supere al suyo, nos vemos obligados, para nuestra desgracia, a devolverle su divina composición, y a rogarle mil veces que pase por alto nuestra miopía y timidez”». Apestaba a artículo fiambre, que era como se llamaban, cuando las cosas se decían por su nombre, los textos publicados y reciclados un millón de veces. Hay que fiarse del olfato: olía a fiambre y era fiambre, del año 2003. Entonces el que recibía la carta de una revista económica dándole calabazas era un amigo chino del joven escritor canadiense. Pero esta versión seguía hediendo y con razón, como demuestra la hemeroteca del 24 de abril de 1914. Aquel día La Correspondencia de España publica esta nota:

«MARSELLA. Ha llegado el correo de China. Un periódico de Shanghai, recibido en el mismo, publica la traducción de la siguiente carta, dirigida por el director del diario chino Tsin-Pao a uno de sus lectores que le había enviado para su inserción un artículo pésimamente escrito:

“Muy venerable hermano del Sol y de la Luna. Tu esclavo se humilla a tus pies y besa el suelo delante de ti. Imploro de ti el permiso de hablar y de vivir. Tu manuscrito ha sido recorrido enteramente por mis ojos, admirados y deslumbrados. Te lo devuelvo tembloroso, con miedo. Si me arriesgase a publicarlo, el Presidente Yuan Shi Kai me ordenaría inmediatamente tomase por modelo semejante joya literaria y me prohibiría publicar en lo sucesivo trabajos de un valor más escaso. Ahora bien, una larga experiencia me ha demostrado que semejantes perlas sólo son producidas una vez cada diez mil años. Y debo devolverte tu artículo. Te ruego me perdones. Esclavo de tus esclavos, siempre estaré de rodillas ante ti”».

Vila-Matas es un afortunado escritor posmoderno del siglo XXI. Si fuese un colaborador espontáneo de hace cien años, cuando nadie entendía de metaliteraturas e intertextualidades, a esta hora ya habría sido acribillado a sarcasmos en las mismas páginas en las que ha conseguido endosar un cuento viejísimo sobre la proverbial cortesía china.



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