“La mayoría de los periodistas son
incansables rastreadores de las lacras del mundo, de las imperfecciones de los
países y de las gentes. Los ambientes puros, sanos, las amplias zonas del
planeta indemnes al vicio y a la locura distan mucho de ejercer sobre ellos la
fascinación que les producen las revueltas y los desórdenes, los conflictos que
desgarran las naciones y los episodios sugestivos o pintorescos: buques que
naufragan, banqueros que se fugan a Río de Janeiro, monjes budistas que se
ofrecen en holocausto, quemándose vivos a sí mismos. Lo tenebroso es su juego,
lo espectacular su pasión, la normalidad su exasperante Némesis. Los
periodistas, insaciables, corren siempre en busca de informaciones
sensacionales, se trasladan constantemente de un lugar a otro, en plena excitación
contagiosa, atropellándose, incapaces de darse cuenta que basta su presencia
para deformar, agrandándolo, un incidente mínimo, inflamar las pasiones que lo
provocan y electrizar al público".
Gay Talese
El
reino y el poder
“Considero
que el periodismo es necesario, en el viejo formato de intermediación o en el
naciente sistema difuso y multiyectivo. Pero nunca me ha parecido una actividad
noble. Cualquier trabajo consistente en meter las manos en la realidad para hacerla
más acorde a los criterios dominantes en la sociedad del momento implica buscar
culpables y señalarlos. Eso hacen los periodistas, los policías, los políticos
y algunos otros. En esos trabajos, inevitablemente aproximativos, se hiere a
víctimas colaterales, se dañan tejidos humanos, se usan la mentira y la
coacción como herramientas y se cometen injusticias en nombre de un fin en
teoría superior.
(…) Desconfío del policía, del político o del periodista sin
lado oscuro, sin vertedero de remordimientos. Desconfío de quien se cree capaz
de hacer un trabajo sucio de forma científica e impoluta. Desconfío de quien
piensa que basta con seguir unos cuantos principios éticos para no mancharse”.
Enric
González
Fotografía de Joseph Scherschel (1961).
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