“El periódico atrasado que sirve de
fondo a un cajón guarda en conserva un antiguo día y leemos sus noticias como
si fueran noticias que hubiésemos ahorrado”.
Ramón Gómez de la Serna
“Y si me añades que no puede ser de ventaja alguna el ir atrasados con
respecto a los demás, te diré que lo que no se conoce no se desea ni echa
menos; así suele el que va atrasado creer que va adelantado, que tal es el
orgullo de los hombres, que nos pone a todos una venda en los ojos para que no
veamos ni sepamos por donde vamos, y te citaré a este propósito el caso de una
buena vieja que en un pueblo, que no quiero nombrarte, ha de vivir todavía, la
cual vieja era de estas muy leídas de los lugares; estaba suscrita a la Gaceta,
y la había de leer siempre desde la Real orden hasta el último partido vacante,
de seguido, y sin pasar nunca a otra sin haber primero dado fin de la anterior.
Y es el caso que vivía y leía la vieja (al uso del país) tan despacio y con tal
sorna, que habiéndose ido atrasando en la lectura, se hallaba el año 29, que
fue cuando yo la conocí, en las Gacetas del año 23, y nada más; hube de
ir un día a visitarla, y preguntándola qué nuevas tenía, al entrar en su
cuarto, no pudo dejarme concluir; antes arrojándose en mis brazos con el mayor
alborozo y soltando la Gaceta que en la mano a la sazón tenía:
-¡Ay, señor de mi alma! -me gritaba con voz mal articulada y ahogada en
lágrimas y sollozos, hijos de su contento-, ¡ay, señor de mi alma! ¡Bendito sea
Dios, que ya vienen los franceses, y que dentro de poco nos han de quitar esa
pícara Constitución, que no es más que un desorden y una anarquía!
Y saltaba de gozo, y dábase palmadas repetidas; esto en el año 29, que me
dejó pasmado de ver cuán de ilusión vivimos en este mundo, y que tanto da ir
atrasado como delantado, siempre que nada veamos, ni queramos ver por delante
de nosotros”.
El Pobrecito Hablador, 11 de septiembre de 1832
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