“El periodismo ha transformado la
literatura. […] Antes un trabajo literario se meditaba y se escribía en el
fondo de un gabinete. No llegaban allí ni las voces de los vendedores de Últimas Horas, ni el incesante vaivén de
la vida política, parlamentaria y social. El literato se retiraba del mundo y
se rodeaba de silencio como quien quiere rezar. La literatura, en efecto, era
un misterio: una religión. Así, pues, el estilo del escritor aparecía con el reposo
y majestad de su revuelta biblioteca y de cuanto le rodeaba. Su estilo era
sobrio, limado, artístico: correcto de pensamiento y de forma. Como si fuesen
de oro, así resplandecían las páginas de su libro.
¡Grata ocupación es para un artista
engendrar un pensamiento, acariciarlo, depurarlo, engarzarlo en una frase o en
un período de exquisita cinceladura; y levantar la pluma, mirarlo escrito,
admirarlo y recrearse en él!
Hoy es otra cosa. […]
Todos los escritores que han tenido
ambición y todos los que no han sido bastante ricos para poder dedicarse a
literatos se han hecho periodistas. […]
El gabinete de estos escritores está
desierto. […] A su casa vienen a ponerse la levita o el frac para ir a los
círculos, a los teatros y a las reuniones en busca de asuntos para el número
del día siguiente.
Cuando salen de estos centros y entran
en la redacción, todo está preparado para recibirlos; todo les espera; todo les
estimula a empezar y concluir; todo les hostiga. La gran mesa central o las
mesas particulares con sus colgantes lámparas de petróleo; las intactas
cuartillas; las plumas de acero, hechas uñas de un pobre mango de madera… El
director les dice: –Haga usted una
columna. El regente: –Deme usted cuartillas. Los dos: –¡Piense usted al
vapor! ¡Escriba usted deprisa!
Los compañeros le interrumpen en su
trabajo para consultarle una duda; para preguntarle una fecha; para que tercie
en una disputa. Él escribe y llena el papel. […] ¡Qué cansancio, Dios mío,
algunas veces cuando la inspiración niega sus alas fáciles al pensamiento! ¡Un
mozo de cordel que ha subido un fardo a un quinto piso no suda más que el pobre
escritor obligado a llevar la pluma con la velocidad del tic tac del terrible reloj que tiene delante! […]
Frecuentemente, después de concluido
el artículo, el regente de la imprenta dice que sobre composición… Hay exceso de original;
hay que suprimir algo de lo escrito y compuesto para el diario: No se debe
quitar el folletín: ¡Lo esperan con
tanta ansiedad las mujeres! Ni noticias:
¡Son tan interesantes! Ni anuncios:
¿De qué viviría, entonces el periódico?... ¡Aquí están las pruebas! Dice el director al redactor literario. Suprima usted de
un artículo media columna… Este es el caso mejor; porque otras veces, después
de haber agotado el infeliz su ingenio en dilatar un artículo, le dicen,
también: –¡Añada usted sesenta líneas todavía!..."
Isidoro Fernández Flórez
"[...] leer y escribir a toda presión es cosa de periodistas como de ningún intelectual".
“A finales de 1984, Enrique Arias
Vega, que entonces era el director de El
Periódico de Catalunya, me llamó y me ofreció escribir un artículo diario.
Le advertí que no me sentía muy capaz, pues […] yo soy algo lenta y suelen
ocurrírseme las frases adecuadas al cabo de seis meses del suceso. […]
Manuel Graña
La escuela de periodismo. Programas y métodos
"Una
vez, mientras estaba sufriendo con una historia, temiendo que no
llegaría a entregarla a tiempo, oí que un reportero veterano me gritaba
desde el otro lado de la sala: '¡Vamos, chaval, termina ya! No estás
escribiendo para la posteridad, ya sabes'. Pero yo no lo sabía.
Continuamente entregaba las historias tarde porque todo el tiempo estaba
reescribiéndolas, con la creencia de que lo que escribía quedaría
preservado para siemppre en microfilm, en los archivos del eterno
periódico de los Ochs. Me veía como un monje que iluminaba el Libro de
Kells, como un orgulloso escribano que esperaba que su pulida prosa
dejara una impresión duradera".
Gay Talese
Vida de un escritor
Pero Arias Vega me replicó que no
siempre en la vida hay que ir de corredora de fondo, que a veces convenía
meterse a sprinter. Para mí era como
escribir con el trasero al aire, no había tiempo para la corrección, para “rumiar”
las palabras con la parsimonia de una vaca. […] Y pronto descubrí que no es tan
malo escribir bajo presión, aunque al principio sudaba las frases y las
palabras […] Sí, escribir bajo presión no es tan malo, porque nos obliga a
mantener siempre las antenas en alto, evitando lo obvio y buscando lo oculto de
cada historia, de cada noticia, y hacerlo surgir a las aguas que se ven, que
fluyen sin que nos demos cuenta de que fluyen”.
Montserrat Roig
Melindros
“Es una infamia afirmar –como dijo
alguien– que cuando el periodista tiene tiempo escribe peor. Cuando el
periodista tiene tiempo se da cuenta de lo que significa ser periodista y suele
pedirle a su director que lo envíe de corresponsal a Londres”.
Arturo San Agustín
Foto de Marie Hansen (1944).
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