Las ciudades no acostumbran a tener demasiado respeto por
la nostalgia y van mudando en la confianza, un poco soberbia, de que siempre
habrá quien guarde la memoria de cómo fue aquella calle o aquel rincón, pasajes
de una geografía urbana y sentimental. Conchi
Bernaldo de Quirós atesora los recuerdos y las nostalgias de los años de
su juventud, entre 1963 y 1971, en los que trabajó como empleada de Roa,
una tienda elegante de la madrileña calle del Carmen que vendía peinetas,
collares, perlas, pendientes de carey, abanicos de nácar, pañuelos, mantillas
de chantilly, bisuterías y fantasías.
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