La Gran Vía madrileña


La fotografía es una de las muchas que permiten ilustrar el proceso de construcción de la Gran Vía madrileña, cuyo centenario se conmemora estos días. En la pared del edificio cuyos bajos estaban ocupados por un café, resulta bien visible el cartelón con un gallo que, aupado sobre una bobina de papel, levanta arrogante su cabeza hacia el sol naciente. Formaba parte de la campaña publicitaria que en 1917 precedió la salida del diario El Sol. Mariano de Cavia había sugerido bautizar el periódico de Nicolás María de Urgoiti con el nombre de “Renovación”. No triunfó su propuesta, pero el astro del título era una metáfora de la misma idea, de la decidida apuesta del diario por derribar los pilares podridos que sustentaban la “vieja política” de la Restauración. El Sol decía aparecer en el firmamento periodístico con el deseo de alumbrar una nueva aurora. El periódico abominaba de la “España oficial” y ponía todas sus esperanzas en “otra España aspirante, germinal, una España vital”, de acuerdo con el programa formulado por José Ortega y Gasset; se rebelaba contra la “España de charanga y pandereta,/ de cerrado y sacristía” e invocaba la “España del cincel y de la maza” que comenzaba a alborear, según cantaban los versos de Antonio Machado. El periódico defendía –y él mismo encarnaba– una aspiración de modernización que, de alguna manera, también representaba la apertura de la Gran Vía. Pero en aquel año tan crítico de 1917, a pesar de los deseos y los trabajos de unas élites, los madrileños todavía caminaban entre escombros y desmontes. Tal cual se aprecia en la foto.


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Cartel de la campaña de lanzamiento del diario El Sol.



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En el “Universo de la literatura española contemporánea” (1927) de Ernesto Giménez Caballero, éste era el “sistema solar”; pillaba justo enfrente de la “Nebulosa de la Academia”.
 

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