Plumas y pullas (VIII)



“Abunda la gente, y entre aquella que solemos llamar ‘culta’, que rehúye el contacto con los libros recientes. Cualquier autor, cualquier obra, que no vengan avalados al menos por una pátina de lustros, son rechazados con aspavientos virtuosos. Y si admiten alguna excepción en esta costumbre, ya se sabe que es a favor de lo inicuo, de la filigrana, de lo histórico: de aquello que, en suma, y en sí, ya es inactual. ¿Quién no ha conocido infinitos ejemplares de esa clase de señor, infalible en toda tertulia, que, desdeñoso, ‘se  refugia en los clásicos’? En otro plano, aunque con las mismas consecuencias, los hay que no leen el periódico: les marea el trasiego de la actualidad, que exige reflexión solidaria; se distraen en cambio, y están en toda su gloria, con un relato referente a Wamba o a las suegras de Napoleón”.

Joan Fuster
Nuevos ensayos civiles
 

Plumas y pullas (VII)





“Los diarios son realmente estimulantes. No conozco nada mejor para cabrearse”. 

Rafael Sánchez-Ferlosio
(Entrevista con Arcadi Espada, El País, 4 de mayo de 2002)

Plumas y pullas (VI)





“La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad”.

Lema del sensacionalista Examiner, 
en Primera plana (Billy Wilder, 1974)



“Tell the truth”.

Lema primorosamente bordado y debidamente enmarcado que luce en la redacción del Albuquerque Sun-Bulletin en
El gran carnaval (Billy Wilder, 1951)
 

“He mandado encuadernar los periódicos del año pasado; el género de lectura que ofrecen es indescriptible: 50 por ciento de falsas esperanzas, 47 por ciento de falsas profecías y 3 por ciento de verdad. Esta lectura ha rebajado mucho a mis ojos los periódicos de este año, ya que pienso: lo que éstos son, también lo eran aquellos”. 

Georg Christoph Lichtenberg

 
“Esta necesidad de estar distraído es lo que explica que los hombres no vayan a prescindir jamás de la lectura de los periódicos, incluso si están convencidos de que estos no son más que mentiras”.

Julien Benda 
 Memorias de un intelectual


Plumas y pullas (V)



“Lograr una noticia única, o alcanzarla antes que los demás es, ya se sabe, el honor del periódico. Malo cuando el director se pasa de listo, como sucedió con un periódico inglés de segunda fila, en tiempos en que las regatas apasionaban más que hoy en día. Hizo el tal tirar dos ediciones de antemano, decidido a poner su periódico en primera fila a todo trance: en una edición anunciaba el triunfo de Oxford, y en la otra el triunfo de Cambridge. Pero ese año quiso la suerte que sucediera lo que no había sucedido nunca: hubo empate”.

Alfonso Reyes
El Sol, 28 de marzo de 1918


“También ella tenía una idea atlética del periodismo –llegar antes, llegar antes aunque sea mal”.

Pedro Sorela

Plumas y pullas (IV)







“Para que haya periódicos se necesita lo que, para salir del paso, llamamos periodistas. Para hacer de periodista con cierta eficacia se necesita vitalidad, ingenuidad y un sentido del ridículo más bien discretillo. Cuando el periodista pierde la ingenuidad, entra en una morosidad escéptica, abrumada y triste. La entrada en estos estados se debe a que los periódicos tienen que salir cada día”

Josep Pla


“Para disfrutar del oficio de periodista conviene ser joven y un poco inconsciente, como para enamorarse o firmar una hipoteca. El envejecimiento trae consigo la duda, el cinismo y la decepción. Se trabaja igual, quizá mejor, pero todo es menos divertido”.

Enric González
Historias de Nueva York


“Pero los hombres del periódico se hacen viejos bien pronto; entonces hay que resignarse con su esquivez o abandono. Por eso se ha dicho que el mayor éxito del periodista es saber abandonar la profesión a tiempo.
Buenos o malos –en el periódico hay grandes tolerancias- la profesión requiere hombres jóvenes”.

Manuel Chaves Nogales
"Hace cinco lustros", El Noticiero Sevillano, 12-IV-1918


“Casi todos los periodistas llegan a la plena madurez de su entendimiento con el alma seca por el escepticismo […]. Cuando nos asomamos a las columnas de un periódico, nuestra buena fe se exalta, sentimos rebullir un quijotismo, nos prometemos hacer de nuestra pluma lanza con la que acometer a todos los hacedores de entuertos. Poco a poco vemos que las trabas y las prohibiciones se enroscan a nosotros; primero nos rebelamos; después nos dejamos invadir por el desaliento; luego nos conformamos porque ya no hay más remedio, porque hemos ido demasiado lejos y no podemos retroceder y el ambiente de las redacciones tiene no sé qué atractivos con lo que no se puede romper. Y vamos tejiendo sin fe nuestra obra, dejándonos fecundar de mala gana por espíritus y convicciones en pugna con las nuestras, y por dentro nos reímos de las cuartillas que nacieron de aquella unión en que nuestra alma hizo el papel de Magdalena fácil al dinero”.

Wenceslao Fernández-Flórez
“Nosotros”, ABC, 30 de junio de 1916


“Ryszard Kapuscinsky formuló la incompatibilidad química entre el cinismo y el periodismo, en el ya célebre manual Los cínicos no sirven para este oficio. La fórmula profiláctica  era buena, pero la realidad es mejor: el periodismo no sólo soporta, sino que tal vez necesita un porcentaje de cínicos”.
Manuel Rivas
El País, 9 de enero  de 2010

Plumas y pullas (III)





“Subió las escaleras pensando que era una vergüenza que ningún periódico tuviera agallas y deseó haber vivido en los días de Dana y Greely, en los que un periódico era un periódico y se llamaba ‘hijos de puta’ a los hijos de puta y al diablo con las consecuencias. Le hubiera encantado ser uno de aquellos reporteros de los viejos tiempos. No como ahora, con el país repleto de esos pequeños Hearsts y MacFaddens […]”.

Horace McCoy
Los sudarios no tienen bolsillos


“-¿El periodismo es hoy peor?
- Seguro que es mejor, pero antes había una mística, una visión romántica que quizá se ha acabado. Y sin romanticismo, el periodismo no es nada”.

José Martí Gómez
El País, 1 de agosto de 2004
(Entrevista de J. Ruiz Mantilla y Miguel Mora
a José Martí Gómez y Josep Ramoneda)
 

Plumas y pullas (II)




“El periódico tiene un pecado original, y no hay Bautista que de él pueda limpiarlo…”.

Manuel Ciges Aparicio
Del periódico y de la política. El libro de la decadencia
(1907)



“La prensa lleva en sí misma el germen de todos sus vicios y de todas sus corrupciones”.

Edmundo González-Blanco
Historia del periodismo. Desde sus comienzos hasta nuestra época 
(1919)

Plumas y pullas (I)


 

“Hay periodistas que saltan en paracaídas sobre Laos, interrogan a medio millón de moribundos, están a punto de ser hechos prisioneros por el Gran Tamerlán, pero vuelven a tiempo de ganar el Pulitzer, el Nobel o una Beca Juan March. Otros periodistas se levantan cada mañana a las ocho menos cuarto, toman un café con leche largo y salen con el coche utilitario a tiempo de aparcarlo, si hay sitio, en el ‘parking’ reservado. Suben a la redacción, se sientan a la mesa cotidiana, desenfundan las tijeras cotidianas, cortan, pegan, corrigen, cambian titulares, hablan de fútbol, y de señoras, de sus hijos y sus parcelas, envejecen con la mesa, mueren antes y según los años de comensales de papel, merecen una gacetilla fúnebre en la que se exalta su espíritu de sacrificio y de servicio a la información.
Curiosa profesión que aglutina a supermanes y a oficinistas, a políticos y a campeones del juego de los ‘chinos’”.

Manuel Vázquez Montalbán
Informe sobre la información


“Este es un oficio de frustrados y de cabrones, de burros que cobran seis horas y trabajan doce y de hijos de puta que cobran doce y no trabajan ni una. Es una profesión podrida y desigual, donde algunos listillos llegan alto y donde la mayoría nos quedamos sin dinero, sin mujer, sin hijos, sin querida, sin querido y hasta sin perro, teniendo por todo horizonte una máquina de escribir, una ventana que da a la noche y un cigarrillo prestado por un acreedor. Esa, os lo digo yo, es toda nuestra perspectiva de maricones inmortales, de mal paridos que fabrican la historia”. 

Francisco González Ledesma
Las calles de nuestros padres

Caligrafía tremente










 

Onte o xornal La Vanguardia informaba da doazón que acaba de recibir o Museo Pau Casals dunha serie de cartas que o músico escribiu en Prada de Conflent entre 1943 e 1945. A noticia subliñaba, non sen connotar certa sorpresa, que o epistolario revela as penurias padecidas por Casals naqueles anos do seu exilio francés. O seu correspondente era Josep Mercader, un funcionario de aduanas en La Jonquera, que lle axudaba a enviar mensaxes á súa familia en Cataluña, nas que non faltaban os pedidos de artigos de primeira necesidade como arroz, garavanzos ou leite en po.

Moitas veces téñense esquecido os afogos dos expatriados de 1939. Ben é certo que nalgúns relatos autobiográficos pódense atopar detalles da súa odisea, pero incluso neses casos, por regra xeral, os exiliados renunciaron a unha expresión enfática ou ampulosa das penalidades vividas. Nese sentido, Kathleen March, referíndose ás memorias de María Tobío, chamou a atención sobre o inmenso pudor da súa escrita:

Non deixa de narrar cunha cáseque serenidade incríbel os acontecementos, aquelas xa referidas perdas, as separacións, a resistencia, a recuperación da dignidade. Non hai laios nen queixas e se lemos detidamente o que se conta de xeito tan sinxelo ou cun ton tan equilibrado, podemos pasar por alto a seriedade do que estaba a pasar".

En efecto, a sobriedade dos escritos autobiográficos ten contribuído a agochar as extraordinarias dificultades e atrancos que os exiliados tiveron que enfrontar, en especial, no inicio do seu desterro. Parecera, segundo algunhas versións, que o exilio non foi unha experiencia tan dura, que o simple feito de estar lonxe dos aparatos represivos das ditadura abondaba para levar unha vida cómoda, en definitiva, que os exiliados foron uns privilexiados. Dalgún xeito, os propios exiliados contribuíron a que prosperara esta idea. Algunha pista sobre as claves que explicarían as comedidas reservas que observaron ao expresar as dores do desterro atópanse nestas frases de Castelao en Sempre en Galiza:

Moito máis que nós –os que vivimos en América– está sofrindo a xente de Hespaña, que non ten pan, nin roupa, nin sosego, nin liberdade. Calquera dos que viven en cadeas ou dos que agonían perseguidos, teríase por moi feliz o dia que poidese traspor a fronteira hespañola. Millóns de hespañoes están sofrindo máis que nós, envexando a cativa sorte dos desterrados. (Non hai pior desterro que aquel que se sofre no proprio país). Esta é a crúa verdade".

Non foi esta a única ocasión na que Castelao expresou tal idea. Así, nunha carta datada en 1947 e dirixida ao seu curmán Alfredo Somoza, quen acababa de fuxir a Francia despois de máis dunha década agochado en A Coruña, dicía:

"O desterro doi moito; pero eso non é nada comparado co desterro que se sofre na propia terra donde non se pode ver o sol nin se pode vivir e traballar a cara descoberta".

As noticias das dramáticas circunstancias que aturan os que fican en Galicia explica o reparo dos exiliados a cargar de patetismo o relato dos atrancos atopados no exilio, unha “cativa sorte”, pero sorte á fin e ao cabo. Tamén a sensación de que os seus padecementos non foron singulares, senón compartidos por outros moitos, impediulles facer pública exhibición das súas angueiras. Nese sentido, Etcheverría Brañas, resumindo os meses nos que estivo detido polos sublevados antes de acadar a “triste libertad” do exilio, escribiu:

"Mi caso personal no cuenta; no vale la pena de comentarlo. Sufrí, como los demás, todas las vejaciones, todas las injurias, las amarguras y el terror de cuantos tuvimos la desventura de ser prisioneros en la retaguardia de Franco".

Eugenio F. Granell, despois de lembrar que “el exilio no fue un camino de rosas”, senón “algo así como una modesta lotería vital”, engadiu:

"Los contratiempos del exilio se vieron compensados por el disfrute de la libertad y por el estímulo que recibe el espíritu de tan esperanzadora circunstancia. Quienes se vieron forzados a permanecer en la España fascista tuvieron que sobrevivir sometidos a toda clase de vejámenes y desnudos de toda ilusión. La inmensa mayoría de los exiliados no sufrieron tal abuso. Los perseguidos cruelmente en su propia tierra no se vieron asistidos ni por el disfrute de la libertad ni animados por el goce de la esperanza".

As privacións, angustias e inquietudes do comezo do exilio atópanse antes nos seus epistolarios que nos seus propios relatos autobiográficos. Nas cartas do exilio cobra unha expresión máis viva, directa e doente o vivido naquelas datas nas que o único certo era que se clausuraba unha etapa e se abría unha nova cargada de incertezas. Por exemplo, a correspondencia cruzada entre Emilio González López e Luis Jiménez de Asúa resulta un testemuño máis expresivo das adversidades vividas polo coruñés en París en 1939 que as súas propias memorias. Neses documentos queda retratado un home esgotado emocionalmente e queda reflectida, dun xeito descarnado, a peregrinación polas representacións diplomáticas de diversos países na procura dun visado que lle permitira a saída do país, o medo provocado pola política de fustrigazón aplicada pola policía francesa aos refuxiados republicanos españois e a precariedade económica daqueles días. Aquelas cartas demostran a arela de establecerse en Colombia ou México e a absoluta involuntariedade do seu exilio en Estados Unidos, presentado nas súas memorias como un destino desexado e felizmente acadado. Non se trata de que as obras autobiográficas de González López non estean escritas cun afán de fidelidade ás súas lembranzas. É máis razoable sospeitar un reparo a unha descrición que poida ser considerada dramatizada; tamén podería ser, se cadra, que a súa memoria tivera botado no esquecemento algúns episodios, nunha operación que ao cabo proporcionaba orde ao caos que supuña o inicio do exilio e que, á vista de cal fora a súa vida a partir de 1939, confería coherencia ao curso dos acontecementos nun momento no que o home debeu de sentirse arrastrado pola Historia.

Tampouco Castelao foi alleo ás dificultades existentes para conseguir refuxio fóra de España. Nunha carta ao comunista Santiago Álvarez, datada en febreiro de 1940, non maquillaba a súa situación persoal:

"Mi lucha por la vida se va haciendo bastante difícil. Estoy capeando el temporal con un pobre paragüas… Mañana salgo para un colegio de señoritas… en donde daré quince lecciones por cien dólares. Por ahora aun no ha llamado el hambre a mi puerta; pero estoy agotando los recursos que supe guardar (lo que me dieron ahí y aquí). (…) Lástima que esté casi ciego".

O feito de que Castelao desexara instalarse en Bos Aires e que finalmente o conseguira podería facer esquecer esa estación intermedia, unha especie de purgatorio, que foi Nova York. O permiso de entrada en Arxentina fíxose esperar tanto que o galeguista chegou a barallar outras posibilidades, das que o galeguista nunca falou publicamente. Delas queda noticia nunha carta que remitiu en marzo de 1939 ao exiliado lucense Jesús Bal y Gay na que lle solicitaba a súa axuda para obter traballo e residenza en México. Pola súa banda, Bal y Gay atravesaba serias dificultades económicas, traballando en calquera ocupación que lle asegurara uns mínimos ingresos e pasando fame, segundo confesou moitos anos despois:

"Hubo temporadas... Recuerdo que un día no teníamos carne en casa, ni dinero, y nos comimos la carne del gato. [...] Empezamos a ver qué había en la cocina y no había otra cosa que esa carne del gato. Pues bien, nos reímos y nos la comimos… y dejamos sin comer al pobre animal".

A desesperación guía a pluma dos que escriben suplicando axuda dende os países de refuxio nas primeiras horas do exilio que, nalgúns casos, duraron meses. Durísima resulta a lectura das cartas remitidas, entre 1939 e 1940, dende a localidade británica de Norwich e Londres, por Xosé Otero Espasandín a Rafael Dieste e Carmen Muñoz. Nelas hai un repertorio das “constantes humillaciones y desencantos” sufridos; unha descrición das inmensas dificultades económicas, tantas que Norwich está “a una distancia de Londres equivalente a una libra, o sea una distancia geodésica”; e unha constante expresión das arelas de saír “de este estado de interinidad” e instalarse nun país verdadeiramente de acollida. A exacta medida dos padecementos pódese albiscar nestas frases escritas pola súa esposa, Alicia Ortiz Alonso:

"¿Te acuerdas la bomba que cayó en mi casa el 17 de mayo del año pasado? Fue una lástima haber escapado con vida, ¿no crees? Ya que no sucedió no hay más remedio que afrontar las circunstancias".

Todas as dificultades e todos os atrancos materiais, todas as penurias e humillacións foron vividas nun momento de fondo sufrimento espiritual, provocado pola evidencia da derrota da República á que entregaron as súas ilusións e pola que empeñaran os seus esforzos. O 30 de marzo de 1939 Carmen Muñoz, ingresada nun hospital parisiense, escribe ao seu esposo, Rafael Dieste, quen aínda agardaba a reunirse con ela tras conseguir ser liberado do campo de concentración de Saint Cyprien:

"Por la tarde quise leer un periódico para distraerme y encuentro la toma, o la entrega de Madrid con todos los adornos que puede poner a tal noticia un periódico de derechas. Entonces ya no pude más,separé con cólera el periódico y empecé a llorar con todas las ganas. Me rodearon las enfermas que se pueden levantar:
-“Pas de nouvelles de votre mari? Qu’a-t-il dit Mr. le Patron de votre bras?”
Y yo contestaba:
-“Je ne pleure pas pour mon mari ni pour moi. C’est pour les autres; pour tous. C’est pour l’Espagne pour la guerre”.
Y decían:
-“Mais maintenant c’est fini”.
-“Oui, mais mal fini” –decía yo, “Très mal fini. Et le journal dit beaucoup de maensonges, toujours de mensonges”...
Lloraba a todo llorar. Me acosté del todo, me tapé con las sábanas y continué llorando calladita. Una voz me decía:
-¿Lloras por España, por todos o por ti?
Y yo contestaba sinceramente:
-Por España, por Madrid –y revivía todas las escenas de julio, las caras vistas en nuestro viaje del congreso– por todos, sí, y también por mí ¿por qué no? ¿No estoy yo aquí bien chiquita en este momento?".

Era aquel o temido momento, por ela mesma presaxiado, de “¡la angustia de enterarse de todo lo que ha pasado, de los que viven y de los que han muerto!”, o tempo do medo polos amigos e familiares que non saíran de España, dos que ás veces non se tiña noticia: “De los míos no sé nada. Nunca escribí por no perjudicarles”. Máis ou menos polas mesmas datas, Castelao tamén se preguntaba pola sorte dos compañeiros: “Eu andaba e ando apenado lembrándome de vós, de todol-os irmáns que vivían en Barcelona. ¿Salváronse todos? ¿Quedou algún alá? Velahí a door que me rilla dendes que se perdeu Catalunya”. Era chegada a hora de asumir o exilio para aqueles que ían a el, como escribiu Lorenzo Varela, “marcados por el hierro de la derrota, enfermos de lejanía, dolidos de ausencia, tristes por los más alegres recuerdos”.

Os epistolarios do exilio, aquelas cartas de caligrafía tremente, gardan a crúa e explícita verdade de todas as dores dunhas horas tráxicas.