El 21 de marzo de 1947 la policía de Nueva York recibe
una llamada que alertaba del insoportable hedor que salía del número 2078 de la
Quinta Avenida. Aquella dirección correspondía a la residencia de los
estrafalarios hermanos Collyer, Homer y Langley, bien conocidos por el
vecindario, por la burocracia municipal y, en realidad, por toda la ciudad,
puesto que la prensa llevaba desde 1938 prestando atención a los rumores y
leyendas que circulaban sobre estos dos extravagantes misántropos y sobre los
pleitos que mantuvieron con diversos acreedores. Era de sospechar que habían
vuelto a hacer una de las suyas, así que el aviso telefónico no alarmó demasiado
en la comisaría, que se limitó a enviar una patrulla. Iba a necesitar muchos
refuerzos: los dos habitantes de la casa habían muerto aplastados por la basura
que acumularon durante casi dos décadas. Eso es todo. Los hechos son así de
escuetos: dos hombres que padecían un trastorno de acumulación compulsiva, algo
muy parecido, si no lo era, al síndrome de Diógenes, fallecen aniquilados por
su enfermedad. Pero el director del periódico, un calco de la Beatriz de Zenit, la última obra Els Joglars, grita fuera de sí: «¿Cómo
que eso es todo? ¡Tenemos una historia formidable! ¡Una tragedia protagonizada
por dos locos! ¡Y el escenario: la Quinta Avenida! Ya veo la portada: “Murieron
como vivieron”. No, espera, mucho mejor: “Una isla de mierda en la isla de
Manhattan”. ¡Maravilloso! ¡Ideal!». Al director no le bastan las capas
sedimentadas de cachivaches e inmundicias que estrujaron dos cadáveres y se
propone añadir una más, aunque sea al precio de perecer todos engullidos, como
en la última escena del montaje de la compañía catalana, por una marea bolsas
de basura fofas: «Ya estás levantando tu culo de la silla y me traes todos los
detalles. Y fotos, quiero fotos del cubil de esos cerdos». Entiéndase bien,
este es un diálogo ficticio, porque hoy no hace falta despegarse del ordenador
para atender el encargo. Es facilísimo. Cualquier editor gráfico encuentra en
un clic material de sobra. Por ejemplo, el Daily
News ofrece una galería digital con imágenes rescatadas de su propio
archivo del interior del browstone de
los Collyer, encabezada por una invitación irresistible: «Take a look inside».
Sí, seamos bien mandados y echemos un vistazo.
[El texto completo de «Una isla de mierda en la isla de Manhattan» ha sido publicado en el núm. 19 de Jot Down]
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