La solución final

Fernando Pessoa dejó anotado en uno de los apuntes sueltos incluidos en la edición publicada por Gadir de sus diarios:

“Uno de los pocos entretenimientos intelectuales que todavía le quedan a lo que queda de intelectual en la humanidad es la lectura de novelas policiales. Entre el número reducido y áureo de horas felices que la Vida me permite, algunas de las mejores del año son aquellas en las que la lectura de Conan Doyle o Arthur Morrison absorbe mi conciencia por completo.
Un volumen de estos autores, un puro de a 45 el paquete, la idea de una taza de café, trinidad cuya unión es el conjugar de la felicidad para mí; mi felicidad se condensa en esto”.


La misma trinidad dispensó a Lieschen horas felices. Seducida por la idea de revivirlas, se dio a la lectura de La solución final, de Michael Chabon. Es una de esas novelas que, sin estar firmada por Conan Doyle, tiene por protagonista a su célebre detective, Sherlock Holmes. Es cierto que nunca aparece citado por su nombre y que no cuenta con la compañía amparadora de la señora Hudson ni del doctor Watson, pero las pistas son concluyentes. El personaje está cumpliendo el designio que le preparó Conan Doyle: un retiro en los South Downs dedicado a la apicultura. Es julio de 1944 y todavía hay en el lugar quienes recuerdan vagamente el pasado de pesquisas, hipótesis y brillantes deducciones de quien se ha convertido en un anciano nonagenario. Se produce un asesinato y la desaparición de un loro que repetía una retahíla de números en alemán, lo que parece un código secreto al que cabe atribuir alguna relevancia en la guerra que se está librando.

El detective jubilado abandona la lectura del último número de The British Bee Journal y sale de debajo de la manta de lana con que cubre sus piernas a pesar de ser pleno verano para ¿resolver, como antaño, el asesinato? No, para descubrir que su mundo se ha desmoronado. Londres es un paisaje de ruinas y cenizas tras los bombadeos de la Luftwaffe, pero también un escenario en el que cuadrillas de tabajadores levantan una ciudad nueva. No existe ya aquel “Londres de gas y de neblina/ un Londres que se sabe capital de un imperio/ que le interesa poco, de un Londres de misterio/ tranquilo, que no quiere sentir que ya declina”, como describó Borges la ciudad de Sherlock Holmes. La guerra ha aniquilado la ciudad y el tiempo al que pertenece el detective, que obtiene la revelación de que ya no es posible mantener la ilusión de que un elegante ejercicio deductivo permita acceder al sentido y la causalidad: “El sentido moraba únicamente en la mente del analista. De que eran los problemas irresolubles –las pistas falsas y los casos ya enfriados- los que reflejaban la verdadera naturaleza de las cosas. De que todo el significado y esquema aparente no tenía más sentido intrínseco que el parloteo de un loro gris africano”. Ésa es la solución final, polisémico título de la novela. Sherlock Holmes no murió asesinado por Conan Doyle utilizando la mano de Moriarty en El problema final, Sherlock Holmes muere o, lo que viene a ser casi lo mismo, siente un anticipo o demostración de la naturaleza de la muerte al ser llevado por Michael Chabon a las calles de Londres un día de 1944.

La novela apócrifa, triste y desasosegante, dispensó a Lieschen la explicación del verdadero motivo por el que las aventuras de Sherlock Holmes firmadas por Conan Doyle le han proporcionado horas felices: su lectura permite sentir la abolición de la Historia, vivir un mundo y un tiempo en el que es posible el ejercicio tranquilizador de encontrar sentido a una sucesión de acontecimientos, un refugio temporal frente a la intemperie cotidiana del sinsentido. “Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes”, ya lo dijo Borges, “es una de las buenas costumbres que nos quedan”.

3 comentarios:

Rosenrod dijo...

Sinceramente, no se puede decir mejor, ni con más claridad... es increíble cómo eres capaz de combinar amenidad y rigor...

Yo tengo en mente escribir algo sobre Sherlock en mi blog. Pero la verdad, me lo has puesto muuuuuuuuuuuuuuy difícil. ¿Qué más podría añadirse? (sin causar un estropicio, claro) :)

Un besazo!

Lieschen dijo...

Te daré la lata hasta que escribas sobre Sherlock Holmes... Puedo ser infatigable... Amenazado quedas!!!

Y muchísimas gracias por el piropo!!! Inmerecido, pero me alegra igualmente el día!!! ;)

Lieschen dijo...

Rosenrod ha saldado la deuda que tenía pendiente:

http://dioses-y-monstruos.blogspot.com/2008/12/por-qu-nos-gusta-tanto-sherlock-holmes.html