"Antes, los que escribíamos crónicas en aquel Liberal del llorado y entrañable D. Alfredo Vicenti, por ejemplo, no sabíamos disimular un gestecillo pedante y vanidoso -excúsenos el que teníamos veinte años- ante todo lo que no fuera una columna de prosa más o menos lírica o más o menos filosófica; pero siempre enjaretada a exaltar el arte por el arte y la literatura por la literatura.
[...] Creíase entonces, o creíamos la mayoría de nosotros, que sólo la crónica puramente literaria tenía importancia y trascendencia, y mirábamos con aires de desdeñosa suficiencia la labor periodística -a la sazón muy inferior a la actual, verdaderamente- de los reporteros en las redacciones.
Hoy, sin embargo y sin duda, la mayor amenidad de los periódicos suele estar en la fuerza de su reporterismo. ¿Qué es entonces lo que ha ocurrido aquí? [...]
Es que muchos escritores excelentes se han orientado resueltamente desde los periódicos -y este es el moderno sentido del periodismo- por los caminos, menos fáciles de lo que parece, de la información sensacional y del reportaje novelesco. Es que muchos de los directores de los diarios de hoy -aparte de ser literatos hechos y derechos- son, sobre todas las cosas, eminentemente periodistas, periodistas por esencia, presencia y potencia. Y saben bien que un periódico no ha de ser sólo una cátedra política, ni literaria, ni filosófica, sino, al mismo tiempo, una fuente inagotable y caudalosa de amenidad, de interés, de información".
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