Cartafolio veneciano (XLV)


Venecia siempre vio sus calles animadas por los viajeros de las más diversas procedencias. No por casualidad en el capitel de una de las columnas del Palacio Ducal fueron labrados los rostros de un latino, un tártaro, un turco, un húngaro, un griego, un godo, un egipcio y un persa. Además, la toponimia de la ciudad todavía evoca la presencia de armenios, griegos, alemanes y eslavos. El origen multinacional de los turistas de hoy puede sorprender a los turistas, no a Venecia.

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Quienes despotrican contra la cantidad de turistas que hay en Venecia olvidan dos cosas: primera, que ellos forman parte del rebaño que dicen detestar; y segunda, que en el dédalo veneciano no hay ningún peligroso Minotauro, ni tampoco siquiera un perro pastor que les impida abandonar la grey para encontrar la calle vecina absolutamente desierta.

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En Venecia, el Reino de Oz aguarda al final del camino de baldosas amarillas o, lo que es lo mismo, del itinerario marcado por las constantes indicaciones Per Rialto y Per San Marco. Pero el visitante ha de recordar que no importa, que incluso es conveniente, dar un rodeo o extraviarse antes de descubrir las maravillas de Oz. Porque, como comprendieron finalmente Dorothy y sus compañeros, la magia y sus prodigios se producen durante el camino.

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Por cierto y aunque quede muy atrás el tema de los leones venecianos, en la fachada de la Scuola Grande di San Marco hay uno que es idéntico al león que acompañó a Dorothy, idéntico en todos sus detalles, sólo le falta el technicolor.


2 comentarios:

Rosenrod dijo...

¡Totalmente cierto! Y si Buffalo Bill recorrió los canales, ¿por qué no iba a hacerlo el león de Dorothy?

Muchos besos!

Lieschen dijo...

Venecia es una ciudad mágica e imposible... pero aún sabiéndolo, lo de las fotos de Buffalo Bill y compañía en góndola es... es... ciertamente alucinante. Besos!!!