Plumas y pullas (XLVIII)


“Los periódicos deberían hacerlos en pergamino. Saldríamos ganando todos, lo mismo que si se pudiera volver a retar en duelo a los periodistas, y no duelos a primera sangre, no, duelos a muerte”.

Andrés Trapiello
“El arca de las palabras”


“Había empezado a llover y se oyó algún trueno. Pittaluga desinfectó las puntas romas de los sables y el juez dijo que al grito de ¡en guardia!, debían quedarse quietos, al de ¡avancen! debía empezar el combate, y al de ¡alto!, parar en seco por su honor. Se situaron de manera que puestos los sables horizontalmente quedaba medio metro entre las puntas. Se oyó la primera voz y [Nicolás María de] Urgoiti se colocó como acababa de aprender, en guardia alta. A la voz de ¡avancen, caballeros!, sin encomendarse a Dios ni al diablo y recordando su única lección, dio un golpe hacia el sable contrario y se lanzó impetuosamente tirando golpes a la cabeza de [Miguel] Moya. Al mismo tiempo, comenzó a recibirlos él también en la cabeza y en los hombros, pues había abandonado la guardia; fueron golpes numerosos pero con escasa fuerza, y enseguida se encontró tocando con el cuerpo de Moya, momento en el que el juez, dando el grito de ¡alto! se lanzó en medio de los contendientes con sus dos sables, separándolos.
Urgoiti se detuvo. No sólo no había retrocedido, sino que había avanzado. Estaba satisfecho de sí mismo. Volvió a su sitio y quiso intervenir el médico, pero le dijo que no hacía falta porque no tenía nada. Los padrinos deliberaron y dieron por terminado el lance. Invitaron a los contendientes a reconciliarse, cosa que Urgoiti hizo con mucho gusto. Ambos empezaron a charlar, recordando el viaje de San Sebastián a Madrid en el que se conocieron. Urgoiti preguntó a Moya por la salud de su padre, y se interesó por si le había hecho algo. Moya le confesó que esperaba no tener que verse otra vez con él, y Urgoiti no pudo por menos de excusar su ímpetu ya que, al no saber esgrima, sólo le cabía atacar sin defenderse”.

Mercedes Cabrera
La industria, la prensa y la política.
Nicolás María de Urgoiti (1869-1951)



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