¿Chocolate o café, doña Emilia?


http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003639567&page=204

“¿Qué prefiere usted, el chocolate o el café?”, le pregunta un lector a Emilia Pardo Bazán. Ya habrá quien esté maliciando la respuesta de la escritora a la vista de la oronda convexidad del culo sin encaje posible en la poltrona de la caricatura y antes de leer lo que explicaba en un artículo de la serie “La vida contemporánea” publicado en La Ilustración Artística de Barcelona el 30 de mayo de 1904:

“Los dos reúnen cualidades que me ponen en confusión. El chocolate es muy estomacal, y con bizcochos, debe recomendarse a las personas de buen gusto, sobre todo si los bizcochos son de espumilla, acaban de salir del horno y crocan en los dientes. Tampoco deben desdeñarse los picatostes para esto del remojón en el Caracas, debidamente adicionado de vainilla y azúcar; y en cuanto a las clásicas ensaimadas, no creo que las proscriba nadie inteligente en golosina.
       Sin embargo, el café, cargadito, caliente (o helado), en la taza de Sajonia, merece otro himno, aun después del bellísimo que le dedicó Campoamor. El haba insomnífera (así me parece que dijo un poeta americano) no es sólo un despertador de estudiantes en vísperas de exámenes, ni un excitante del cerebro, clasificado por consiguiente entre los venenos intelectuales, que dan ficticio vigor seguido de postración y marasmo; es, para los españoles, el gran elemento de sociabilidad; reemplaza ventajosamente a aquellas basílicas donde los romanos trataban, en el período de su decadencia, todos los asuntos: de diez cosas que en nuestra patria se combinan, nueve y media salen combinadas del café. En el café se conocen los que luego han de ser amigos; en el café se forjan las popularidades y las impopularidades; en el café se hacen rajas las honras; en el café se despedazan y trituran las glorias literarias o artísticas; en el café se falla de todo, se averigua todo, se discute todo, se fantastiquea todo; en el café se escribe la carta a la novia, el sablazo adobado con desesperación, el anónimo infame, la circular de reclamo, el cartel del desafío; en el café se concierta la cita y se piden a tiros celosas satisfacciones; en el café se imponen los guapos, se lucen los solistas, echan el anzuelo las busconas, acechan la ocasión los cómicos sin contrata y los toreros de invierno… En el café está el completo cinematógrafo de nuestra vida nacional.
       Y por eso, si me apura mucho el preguntante […], daré al café la primacía, considerando que el chocolate tiene algo de significación retrógrada, de los tiempos…”.

A decir verdad, no hay constancia de que la cafeinomanía de Emilia Pardo Bazán tuviese el fabuloso calibre de la adicción que conquistaron Voltaire o George Sand. Da igual. El número de tazas de porcelana de Sajonia que rellenaba al día con la infusión cafetera es de una irrelevancia absoluta. No era ese el dato que curioseaba el lector. Su pregunta era otra, tanto o más embarazosa que el dilema que suscitaba la encuesta de seguida: “¿Le parece a usted mejor orador Castelar que Donoso Cortés?”. 

A la pregunta gastronómica sobre si chocolate o café, la escritora responde: bizcochos de espumilla. No esquiva, sin embargo, el dilema planteado en términos metafóricos: el café es el dogma de la vida contemporánea y de sus cambalaches que ella abraza con fervor.

2 comentarios:

Xulia Santiso dijo...

Hola. Soy Xulia Santiso, directora de la Casa-Museo Emilia Pardo Bazán. Le agradezco la entrada sobre la autora y me preguntaba si sabría informarme de la procedencia de la caricatura que aparece en su blog. Siempre es interesante recuperar una pieza más para la biografía visual de la autora...

Lieschen dijo...

Estimada Xulia:

¡Por supuesto, estoy encantada de poder ayudarla!

La caricatura por la que se interesa fue publicada por "Almanaque literario", 1 de enero de 1935, p. 204. Puede consultar la publicación en la hemeroteca digital de la BNE, en el siguiente enlace: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003639567&page=204