Al que no lo le hizo ninguna falta embadurnarse la cara para cantar “¡Ay, Mamá Inés! ¡Ay, Mamá Inés! Todos los negros tomamos café…” fue a Ignacio Villa. Aquel cubano era negrísimo, como bien decía la ironía de su nombre artístico: Bola de Nieve. Todo el calor del Caribe y del grano de café tostado estaba en la voz de quien, con toda razón, se presentaba afirmando que él era la canción que cantaba.
Lástima que no tengamos más que el medio minuto de esta grabación, en la que se ve a Bola de Nieve ¿sentado? ante el piano y diciendo la canción con una picardía alegre, saltarina y juguetona. Derrite la más gélida insensibilidad musical y el más alicaído y tristón ánimo.
Lástima que no tengamos más que el medio minuto de esta grabación, en la que se ve a Bola de Nieve ¿sentado? ante el piano y diciendo la canción con una picardía alegre, saltarina y juguetona. Derrite la más gélida insensibilidad musical y el más alicaído y tristón ánimo.
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