Cartafolio veneciano (XXVI)


Venecia guarda dos secretos: su relación con el agua y las diferencias, tenues y rotundas al tiempo, entre la personalidad y el carácter de cada uno de sus sestieri. No sé de ningún libro, ningún cuadro, ninguna fotografía, ninguna película que haya desentrañado esos dos secretos, indescriptibles en su infinita sutilidad.


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En contra de una creencia muy extendida, Venecia no flota, ni es un inmenso palafito. Discutiendo también la versión que fundó el mito romántico y melancólico de la ciudad, tampoco da la impresión de que el suyo vaya a ser el destino de la Atlántida, engullida por las aguas. Venecia ni flota, ni se hunde. Su relación con el agua es, sucesiva y simultáneamente, tan amable o tan beligerante como la que puede mantener uno consigo mismo. En efecto, una intimidad tan notable sólo puede darse porque el agua es Venecia.

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No hay ni el más mínimo propósito metafórico en la afirmación de que el agua es Venecia. Eso es, ni más ni menos, lo que dice el callejero oficial de la ciudad –que habrá que convenir que no es sospechoso de veleidades literarias– en su título: Calli, Campielli e Canali.

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El encargado de amarrar el vaporetto que esperábamos nos insta a embarcar, a pesar de ir ya atestado de viajeros. Lo hace de un modo imperativo y apremiante que resuelve instantáneamente nuestra cobarde indecisión: “¡Avanti! ¡Avanti! ¡Coraggio!”. ¡Qué gran filósofo!

1 comentarios:

golfvsdebroma dijo...

En la obra de Donna León, se puede sentir el latido de la ciudad que vive y trabaja, de los Sestieri, tomando la ciudad-museo como una parte natural de ella, así como de su independencia, urbanidad, sentido mercantil y cosmopolitismo, auténticos vectores de la "malaria emocional" que la hace única.
Siempre ha sido así y creo que sabrá mantenerse por si misma a pesar de los agoreros y catástrofistas. un caffé corretto é un baccio.