Cartafolio veneciano (XXIX)


La Venecia que vi relucía bajo el sol y desbordaba alegría. No sé si un viaje en otra estación del año, en otoño o invierno, con acqua alta, corregiría esta impresión. Probablemente no. Al fin y al cabo, uno termina encontrando lo que busca. Por eso, los románticos del siglo XIX descubrieron en Venecia una ruina melancólica ahogándose. Por la misma razón, Corpus Barga, en el año 34 del siglo XX, al tener noticia de que las góndolas atravesaban la plaza de San Marcos inundada, en lugar de darse a sombrías elucubraciones, pidió urgentemente billete para el primer hidroavión con destino a Venecia: “Las gloriosas palomas de la plaza, ante el grave problema de no poder posarse en ella, estarán convirtiéndose en cisnes”.

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Los temas mitológicos siempre fueron del gusto de Venecia, como demuestra su arte. Es más, la ciudad inventó su propia mitología. Por eso, Venecia está en las mejores condiciones para saber apreciar esa imagen de las palomas convertidas en cisnes. Una fantástica y poética metamorfosis, que ni las de Ovidio. Sólo en Venecia podía Corpus Barga acertar a definirse de forma tan exacta: el más puro clasicismo combinado con el futurismo del hidroavión.

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