El tráfico comercial y el tráfico informativo siempre han compartido sus rutas. Siendo así y siendo Venecia el enclave en el que se cruzaron las más importantes rutas comerciales entre Oriente y Occidente, bien puede afirmarse que, durante siglos, no hubo mejor lugar que Rialto para estar al tanto de lo que sucedía en el mundo. No por casualidad Shylock preguntaba, en El mercader de Venecia, por las noticias de Rialto. Los barcos que llegaban lo hacían cargados de mercancías y también de noticias. Estas no dejaban de ser una mercancía más y, como tales, eran puestas a la venta allí mismo. Pronto se establecieron impresores que editaban papeles con ese material informativo. Al parecer, un aviso veneciano de 1563 fue el primero en llevar por título Gazzetta, que era el nombre de la moneda de plata que costaban aquellas hojas. La denominación iba a tener éxito internacional y pasaría a designar en toda Europa las publicaciones noticiosas de periodicidad semanal. Esta gacetillera visitó Rialto con la misma reverencia con la que los peregrinos acuden a los lugares santos que contemplaron las obras y milagros de los profetas.
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La gacetillera, que imagina las objeciones que merecerá lo que acaba de escribir, ha de añadir que no ignora que nada santifica los orígenes de la profesión. En Rialto, las noticias ciertas se mezclaban indiscriminadamente con los rumores, los embustes intencionados y las fabulaciones más rocambolescas. Así es que en este lugar no tendría ningún sentido la inscripción que, en el pavimento de la basílica de Santa Maria della Salute, reza: “unde origo, inde salus”. En el origen no encontrará el periodismo la salvación. Pero una cosa es que lamentemos no descender de una estirpe intachable y otra muy distinta, abjurar de ella o negarse a honrar a los padres. Así es que no me desdigo: con reverencial devoción peregriné a Rialto.
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La gacetillera, que imagina las objeciones que merecerá lo que acaba de escribir, ha de añadir que no ignora que nada santifica los orígenes de la profesión. En Rialto, las noticias ciertas se mezclaban indiscriminadamente con los rumores, los embustes intencionados y las fabulaciones más rocambolescas. Así es que en este lugar no tendría ningún sentido la inscripción que, en el pavimento de la basílica de Santa Maria della Salute, reza: “unde origo, inde salus”. En el origen no encontrará el periodismo la salvación. Pero una cosa es que lamentemos no descender de una estirpe intachable y otra muy distinta, abjurar de ella o negarse a honrar a los padres. Así es que no me desdigo: con reverencial devoción peregriné a Rialto.
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Gacetillero. Dícese del que vende patrañas folletinescas y su alma al diablo por una gazzetta en los mercados de Rialto, donde otros se ocupan en negocios igualmente corruptos, pero mucho más lucrativos.
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