Cartafolio veneciano (XXIV)

En las librerías venecianas tienen una presencia destacadísima los libros de Manuel Vázquez Montalbán protagonizados por Pepe Carvalho. Seguramente es debido a la curiosidad que siente toda Italia por el inspirador de comisario Salvo Montalbano de Andrea Camilleri, pero, aún así, me parece una suerte de reparación al injusto olvido al que ha sido relegado aquí el detective gastrónomo y quemalibros, el espectador escéptico de los episodios nacionales que tuvieron lugar durante la transición del franquismo a la democracia.

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No me atrevo a aventurar una explicación de por qué es más fácil encontrar en las librerías venecianas las novelas del detective Pepe Carvalho que las del comisario Guido Brunetti. ¿Será que en la justa literaria triunfa Manuel Vázquez Montalbán o que los venecianos no se creen la Venecia de Donna Leon? Se me escapa si los escaparates de las librerías venecianas expresan un juicio literario o extraliterario.

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Pues ni una cosa, ni otra. Sencillamente Venecia no tiene un juicio sobre las novelas de Donna Leon. Acabo de leer en el periódico una entrevista a la escritora, de paso estos días por Santander. En ella encuentro la explicación a la ausencia de Guido Brunetti en su propia ciudad. Es realmente singular y admito que jamás, ni en mis más retorcidas elucubraciones, se me habría ocurrido: la novelista se niega rotundamente a que traduzcan al italiano sus libros. Dice preservar de este modo su anonimato en Venecia, donde reside, que la ciudad es demasiado pequeña para que la fama que le acarrearía la edición italiana de sus obras no terminase por trastornar su vida. Es portentoso el esnobismo aristocrático de que son capaces los populares autores de best-sellers. Claro que, bien mirado, en la República de las Letras, son los únicos que se lo pueden permitir; el esnobismo y renunciar a los ingresos que reportaría la venta de los derechos de sus novelas.

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Resulta incomprensible cómo el periodista dejó escapar viva a Donna Leon sin acribillarla a preguntas, por ejemplo: ¿Es Guido Brunetti un vero veneziano? ¿Basta que el comisario presuma de ser un buen conocedor de la ciudad si la ciudad no lo conoce a él? ¿Negándose a la traducción, Donna Leon se protege sólo a sí misma o también a su comisario del examen de los venecianos? ¿No considera que ellos serían sus lectores más competentes? ¿Acaso teme someter al juicio de Venecia la ciudad que describe en sus novelas? ¿Cómo es posible que no corroa a la escritora la curiosidad por saber cuál sería el veredicto de Venecia?

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