Cartafolio veneciano (XXXVIII)


Philippe Sollers escribió: “Venecia, ahí radica su secreto, es un amplificador. Si uno es feliz, lo será diez veces más; si es infeliz, cien veces más”. No sé si Venecia era la culpable de amplificar la infelicidad de aquel joven que había buscado aquel lugar ajeno a la procesión de turistas, un lateral de la iglesia de la Madonna dei Miracoli, para tocar con su acordeón una melodía con una lentitud más que triste, desesperada. Aquel gemido, un abismo de agonía, despedazó en lágrimas mi felicidad. La desdicha sigue existiendo, a pesar de Venecia e incluso en Venecia. (Si hubiesen escuchado aquella música, no condenarían este apunte, como lo están haciendo, por denotar un ñoño sentimentalismo; lo juzgarían inapropiadamente sobrio y frío).

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