Muy cerca de la entrada a la zona reservada a los pabellones de la Bienale, se encuentra el monumento a la partisana véneta. La figura está tumbada y medio inmersa en el agua de la laguna. Es una Venus naciendo y renaciendo de la espuma del mar.
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Las partisanas vénetas fueron hijas de Elena Cassandra Tarabotti, aquella mujer de la primera mitad del Settecento que ingresó por imperativo paterno en el convento de Sant’Anna en Castello. Aquellas paredes en la que la recluyeron no consiguieron aprisionar su indómita libertad para pensar y escribir. Suyos son los textos Tirannia paterna, Inferno monacale, Antisatira contra il lusso donnesco y Che le donne siano della spetie degli uomini. Todas las partisanas –las que fueron, las que somos y las que serán– constituyen la descendencia de Tarabotti y de tantas otras libérrimas donne veneziane.
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