José Luis García Martín confesó: “Si en este momento me preguntaran: ¿cuál es tu máxima aspiración en la vida?, ¿qué esperas llegar a ser?, respondería sin dudarlo un momento: peatón en Venecia”. Que nadie se equivoque; parece modesta esa aspiración peatonal, pero constituye la ambición más descomunal que puede albergarse. Es exactamente la mía.
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En un par de ocasiones, patosa como soy y distraída como estaba admirando la ciudad, a punto me encontré de terminar en el agua de los canales venecianos. Fui salvada del chapuzón y debería estar agradecida, pero es que, al tiempo, me robaron la posibilidad de inscribir mi nombre en la gloriosa lista diaria de los que van a parar a los canales; una lista que el Gazzettino di Venezia publicaba en otros tiempos y que, desde luego, debería recuperar urgentemente.
En un par de ocasiones, patosa como soy y distraída como estaba admirando la ciudad, a punto me encontré de terminar en el agua de los canales venecianos. Fui salvada del chapuzón y debería estar agradecida, pero es que, al tiempo, me robaron la posibilidad de inscribir mi nombre en la gloriosa lista diaria de los que van a parar a los canales; una lista que el Gazzettino di Venezia publicaba en otros tiempos y que, desde luego, debería recuperar urgentemente.
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